Mi labor es crear desde la alternativa que articula una resistencia escénica frente a la violencia, necesitamos formular un sistema comprendido en la operación de redes independientes basadas en la intervención y ocupación de espacios.
Mi premisa de trabajo tiene su origen en el contexto de olvido que prevalece entre las ciudades violentas de nuestro país, en el tratamiento simbólico de espacios en ruina que hacen germinar encuentros con la alternativa que sugiere la crisis para la activación de cuestionamientos, discursos y alcances valiosos sobre la emergencia. Repensar la ruina como el espacio potencial de una generación que objeta la obediencia frente a los sis- temas de dominación y articula alternativas independientes de lucha mediante el teatro.
Teatro para el fin del mundo se propone un sistema continuo de intervención escénica comprendida en el tratamiento e investigación de condiciones y posibilidades de resignificación a partir del desastre. Es un programa autónomo y autogestivo basado principalmente en aportaciones, donaciones en especie y financiamiento para el desarrollo de su festival anual a través de una convocatoria pública, como es el caso del programa Iberescena.
Pienso que el arte en nuestro país debe servir como dispositivo de enfrentamiento ideológico y sensible de manera urgente, un operativo de significados potenciales puestos al servicio de la libre expresión y las temáticas sociales de nuestros días. Creo que debe seguir conservando los procesos de cambio como esencia de su razón. Creo que debe ser combativo. Pienso en una sobrevivencia para nuestro país, acompañada de mecanismos de transformación por medio del arte. Pienso que el arte en México debe convocar al vínculo certero de la palabra sensible, siempre transformadora y subversiva en el contexto de nuestras ciudades violentas, donde entre el plomo y la sangre hay gente muriendo, Pienso en un país que, fiel a su desgracia, pueda reinventar en el arte, críticamente, su mañana.