Hacer novelas gráficas y vivir en Monterrey para producirlas es un gran reto nada ajeno a los artistas del norte. Es un territorio agreste para las artes. Hay dolencias y vicios que hacen difícil la expresión artística. Creo que he sabido tomar lo mejor de los valores de mi ciudad para hacer cada vez mejor mi trabajo y esto me ha fortalecido.
Estoy en el lugar adecuado, porque es de donde soy: el país, la ciudad, la gente que conozco. Quiero establecer empresas intelectuales nacionales con mi editorial, creo que estar sensibles y receptivos al entorno es la mejor herramienta para crear historias. Así se logra una conexión más duradera con el público. Monterrey no es un lugar muy propicio que digamos, pero (hablando de México) no hay mejor sitio donde yo quisiera contar mis historias.
Dibujo desde que tenía tres años. A nada le he dedicado más tiempo —ni siquiera a dormir—. Resolví hacer historieta como oficio en 2001, tras visitar la ComiCon en San Diego, cuando era ilustrador en Grupo Editorial Reforma y había fracasado con proyectos autorales independientes diez años antes. Ver la industria americana reunida y funcionando en ese evento fue una experiencia anímica estimulante para retomar el camino. Nunca he dejado de dibujar.
El cómic, historieta, novela gráfica o arte secuencial es gratificante por las diferentes disciplinas que aborda, no sólo a nivel de dibujo. Es un proceso creativo lleno de desafíos para la mente. Me complace y satisface dibujar, pero no sólo eso, es la forma gráfica más carismática e inmediata para comunicar ideas concretas, intenciones.
Es un reto querer vivir de hacer historieta con una editorial de novela gráfica mexicana en un país de pocos lectores. Pero somos una sociedad demasiado dispuesta a recibir las propuestas del extranjero antes que ver nuestra propia identidad. Hay desinterés, faltan estructuras para la producción y el desarrollo creativo. Tal vez es miedo. No sé si podremos por fin creer y confiar en nosotros o es un asunto sin remedio.
No conozco bien lo que los demás están haciendo en México, pero creo que hay indulgencia. Hay pocos verdaderos dibujan-tes, lo cual es triste. Pocos salen de su zona de confort; no se involucran con su oficio, buscan aceptación, reconocimiento, fama. Sin propósito ni modestia, todo es vanidad. Creo que podemos ser mucho más.
Admiro el trabajo de Katsuhiro Otomo y Moebius (Jean Giraud) y me identifico con su obra. Los dos son otra cosa.
Creo que la gente debe leer más cómics. Hay tesoros incomparables por descubrir. Uno los lee y se queda con ellos para siempre.