Desde muy joven tomé la decisión de ser artista y he seguido con esa necedad. Es lo que sé hacer y se ha vuelto una obsesión. En cuanto a los medios que utilizo, he probado diferentes posibilidades. En un principio me interesaba mucho la instalación en el espacio público, posteriormente la animación, luego la electrónica y la programación. Ahora estoy obsesionado con el cine. Lo que no ha cambiado es la pregunta. Aunque no la puedo enunciar con exactitud, siempre se ha relacionado con lo que llamo “las políticas de lo sensible”.
Mi proceso creativo comienza con un trabajo mental, una reflexión que llevo al papel en forma de bocetos o escritura. Posteriormente comienzo a materializar esas reflexiones con diferentes ejercicios, al mismo tiempo que mantengo discusiones y conversaciones alrededor de las ideas con dos amigos. Para producir la obra he ido formando poco a poco un buen equipo de trabajo.
Sucesos como las exposiciones, el éxito y el fracaso son accidentes que se dan en el camino, pero no son la motivación ni el fin último. Hasta el momento he logrado la solvencia económica a partir de actividades que no son concretamente la producción de mi obra, pero lo veo como algo bueno porque se mantiene fuera del sistema económico. La producción de arte en el ámbito institucional de este país es complicada; por un lado los presupuestos disponibles son limitados y los procesos burocráticos me resultan muy desgastantes.
El Distrito Federal me posibilita materializar ideas de forma muy inmediata. El acceso que tengo a materiales y al conocimiento de personas (fotógrafos, ingenieros, taxidermistas) ha sido fundamental para mi desarrollo. La ciudad me aporta una noción de realidad que me permite generar ideas. Es un gran lugar para ejecutar el tipo de trabajo que realizo por el conocimiento que adquiero en los encuentros con sus habitantes, que me influyen profundamente. También por la existencia de foros, la asistencia de un público interesado en este tipo de cosas y una comunidad activa de artistas.
Creo que en México hace falta que se teorice más sobre lo que está sucediendo en el arte del presente, un trabajo de crítica para que la producción se encamine más sólidamente. Recomiendo el trabajo de Víctor Hugo Rodríguez porque tiene una forma muy particular de aproximarse a los dispositivos tecnológicos. También es muy interesante el trabajo sonoro de Rolando Hernández.