En lugar de una “creación”, pienso en mi trabajo como una construcción. Ahora, el lugar desde el que se puede construir es de gran importancia por el simple hecho de que es el entorno que mantiene al artista/constructor en movimiento. Todo lo que me toca es todo lo que digo o hago. Nací en un puertecito en el que no podía hacer muchas cosas. Salí hacia el sur de Veracruz para tratar de entender el cómo y no el por qué. Ahora viajo un poco más, pero el proceso de creación/construcción sigue saliendo de aquel puente viejo de mi infancia, de las maderas clavadas y de todos los días que despiertan a mi alrededor. Creo que el carácter de una persona es como el tono por el cual se dirige. Supongo que mientras uno realice sus cosas de la manera más honesta, más genuino se logra ser. Tal vez lo único que sinceramente me ha gustado en toda la vida es dibujar. Sin pretensiones ni obligaciones, sólo dibujar por dibujar. Y tal vez sea este el mensaje verdadero por el que logro mantener un diálogo constante en mi trabajo. No sé bien qué es lo que hago, pero al parecer no lo estoy haciendo mal.
Eso sí: no soy una persona ordenada. Lo veo como una problemática para gestionar mi obra. Me cuesta mucho organizar mis cosas, tengo un montón de papeles apilados y retazos metidos entre la ropa y los cabellos. Las cosas que logro archivar son la mitad y luego se me pierden en otros lados. Otro aspecto contra mí es la desaprobación de los “papeles importantes” que mantengo al margen por repulsión al papeleo burocrático, he dejado pasar concursos de cuanta convocatoria ofrecen por mi desobligada agenda personal. Aunque aún sigo pensando que importa más el trabajo que el reconocimiento y la autosatisfacción.
Creo que el movimiento artístico o cultural siempre estará unido a todo el movimiento general de las cosas y los días. De hecho, pienso que son una sola cosa. No sé si deba existir un arte mexicano como tal porque, siento, se desgastaría demasiado rápido y no tendría chiste. Pero puedo hablar de personas que conozco y que están lejos de cansarse: Irving Herrera, un oaxaqueño que no conozco en persona, ni su voz, pero me gustan sus imágenes, y un amigo, Juan Sin, ilustrador digital, a quien le vendrían mejor que a mí todas estas plataformas que yo sólo utilizo para difusión y pequeños ajustes digitales (no soy muy diestro en manejar máquinas, ni siquiera tengo una computadora personal). Trato de resolver las cosas de manera manual. Ya después me preocupo por buscar un cibercafé o de pedirle ayuda a mis amigos con mejores mañas cibernéticas que las mías.
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