“Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo”,
tal dicen los dos primeros versos de uno de los más hermosos poemas de Constantino Kavafis.
Los juegos infantiles establecen reglas fijas que el niño aprende sin siquiera advertirlo. La regla del juego consiste fundamentalmente en la aceptación y observación de esas normas. La rayuela, los encantados, la gallina ciega, la simple matatena, dejarían de ser juegos para convertirse en una mera representación del caos si los reglamentos que los rigen dejaran de aplicarse. Y, sin embargo, esa sujeción a un ordenamiento carece de todo tufo disciplinario debido al elemento de placer que la permea.
De los viajes sabemos cuál es el punto de partida y con, quizás, menor precisión el de llegada. Pero desconocemos las peripecias del trayecto, las sorpresas que nos van a ser deparadas, los percances, goces, sobresaltos y experiencias que el viaje implica y que constituyen la verdadera naturaleza del hecho de abandonar la casa.
“Ten siempre a Ítaca en tu memoria;
llegar allí es tu meta. Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años
y en tu vejez arribes a la isla. . .”
Si a algo puede compararse el acto de narrar es a un juego y a un viaje. Al primero por el sometimiento a un rigor, a un conjunto de preceptos que constituyen la estructura del relato, sin los cuales sólo se obtendrían resultados confusos y caóticos.
El concepto de “forma” está implícito en la naturaleza misma del arte. Al violar viejas leyes el creador descubre y aplica otras nuevas. Cuando la violación no tiene por consecuencia el surgimiento de un nuevo tejido normativo al que someterse su producto podrá ser todo menos arte. Pero, y en ello estriba la complejidad del asunto, una forma, por perfecta que sea, si no está contaminada por la emoción se convierte en Academia, en un mero ejercicio retórico.
Iniciar un relato equivale también a emprender un viaje. Al inicio sólo conocemos el punto de partida e intuimos vagamente algunas de las aventuras que nos aguardan. Pero es posible que el puerto final al que arribemos sea otro muy distinto al que habíamos supuesto. Todo lo que el itinerario nos depara son sorpresas. Íbamos por la liebre y atrapamos el venado, o viceversa. Caminaremos en zig zag, haremos rodeos, desandaremos nuestros pasos, y en ese moroso vagabundeo habremos tal vez logrado vislumbrar alguna verdad sobre nosotros y sobre nuestros semejantes.
Agradezco el Premio Comala, nombre que evoca uno de los más altos logros de la novela de habla española, en mi caso otorgado más al tezón que al mérito. Ha sido concedido a un libro que reúne una obra narrativa conformada en los últimos veinticinco años. Me he sometido plena, gozosamente a las reglas del juego descrito. En cuanto a los descubrimientos del viaje, me siento aún dispuesto a disfrutarlos y compartirlos con un puñado de hipotéticos lectores.
“Con cuanto hayas ganado en el camino
no esperes que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará.
Rico en saber y en vida como has vuelto
comprendes lo que Ítaca significa.”
*Palabras pronunciadas en la ciudad de Colima a la entrega del Premio de Narrativa Comala. Ensayo publicado originalmente en Tierra Adentro núm. 31-32, julio-diciembre, 1982.
Sergio Pitol
Nació en Puebla, México, el 18 de marzo de 1933. Licenciado en derecho por la UNAM, de la Universidad Veracruzana y de la Universidad de Bristol. Es reconocido por su trayectoria intelectual, tanto en el campo de la creación literaria como en el de la difusión de la cultura, especialmente en la preservación y promoción del patrimonio artístico e histórico mexicano en el exterior. Ha sido consejero cultural de las embajadas mexicanas en Francia, Hungría, Polonia y la Unión Soviética, director de Asuntos Culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, director de Asuntos Internacionales del Instituto Nacional de Bellas Artes y embajador en Checoslovaquia. Ha colaborado en Revista de la Universidad, Estaciones, Revista de Bellas Artes y La palabra y el Hombre; en los suplementos México en la Cultura, La Cultura en México, Sábado y La Jornada Semanal; y en el diario Ovaciones.