Para hacer notar la influencia de la Nueva Novela en la obra de Salvador Elizondo se procede de la siguiente manera: se establece, en primer término, la parte teórica de dicha corriente literaria y, en seguida, la relación que guarda con la obra aquí analizada.
La nueva novela (nouveau roman) nació en los años de posguerra, hacia 1951 y se impuso como única vanguardia viva y existente en Francia. Constituye, ante todo, una reacción en contra de la literatura tradicional; son escritores que simplemente no pudieron circunscribirse a los moldes tradicionales; rompiéndolos han creado precisamente la nueva novela. Proust, Kafka, Faulkner, y más poderosamente El extranjero de Camus son algunas de sus fuentes. Autores y novela cuya influencia ha sido considerable también fuera de Francia. Sin embargo, ni la novela anglosajona, ni la alemana, ni la italiana, han seguido el mismo camino de la novela francesa.
Alain Robbe-Grillet, uno de los teóricos de la nueva novela, afirma que, si bien la sociedad se ha transformado, las técnicas industriales han hecho considerables progresos, lo que es nuestra civilización mental sigue siendo exactamente la misma. ¿Cómo es posible, dice el crítico, que la literatura novelesca permanezca inmóvil, fija, cuando todo a su alrededor evoluciona y con marcada rapidez en los últimos 150 años? Las formas novelescas deben evolucionar para mantenerse vivas: “Cada novelista, cada novela debe inventar su propia forma. Ninguna receta puede reemplazar esta reflexión continua. El libro crea para sí mismo sus propias reglas.” A partir de este postulado pueden ya mencionarse los primeros aspectos que constituyen a la nueva novela.
Según Robbe-Grillet, la nueva novela no debe contar una historia, es decir, suprimir la anécdota, soporte de la narrativa tradicional. Tampoco debe contener personajes, pues los seres que la constituyen no deben ser tratados como protagonistas. En Farabeuf o la crónica de un instante los “personajes” aparecen borrados, imprecisos, sobre todo el femenino, por los datos reales que de Farabeuf se dan: autor del célebre Precis de Manuel Operatoire, magnífico cirujano.
Sin embargo, ni siquiera él merece el título de protagonista. Ambos seres se desdoblan, surgen imprecisos, carentes del carácter que impone la literatura tradicional. En ambos lo que importa es lo que dicen, el problema en el que se encuentran, los desdoblamientos y lo que en ellos los ocupa. Son seres humanos y no personajes, como dice Robbe-Grillet, que son los que constituyen la nueva novela.
En la antinovela los objetos y los gestos se imponen ante todo por su presencia, es decir, están ahí antes de ser algo, Robbe-Grillet quiere que la descripción del objeto esté desnuda de toda significación, hasta tal punto, que prohíbe el uso de términos antropomórficos aplicados a las cosas. El objeto, dice, es únicamente lo que es: una presencia, presencia carente de significado. Robbe-Grillet llega a tales extremos, reglas imperiosas que, a veces, no llegan a ser aplicables. Un mundo de objetos privados de toda significación y que no existen más que por su única presencia, reducidos al estado de cosas con las que tropezamos o que nos rodean, no puede ser más que un mundo en presente. Por lo tanto, los seres humanos de la nueva novela, en la medida en que son considerados como meros objetos, viven en el “charloteo” (ausencia de comunicación entre los que hablan) y en la inautenticidad. Pero lo anterior sólo es la teoría, en la práctica los teóricos se contradicen pues llegan a olvidarse de sus postulados y hacen lo que en ellos se prohíben.
En el caso de Farabeuf o la crónica de un instante encontramos: los seres humanos no charlotean desde el momento en el que Farabeuf ayuda a la mujer a evocar el pasado en búsqueda de su identidad perdida durante la contemplación del suplicio chino. Las palabras adquieren valor, el constante ¿recuerdas? indica que el pasado es importante para los “personajes”, de allí que Farabeuf la ayude a evocar, a reconstruir los diferentes instantes. Y en lo que a los se refiere, aquí estos poseen significación: entre otros, la estrella de mar que transmite a la mujer la presencia del supliciado ante la repugnancia que experimenta al tocarla; el signo que ella traza sobre la ventana encierra la clave acerca de su personalidad perdida; los bisturís que producen el dolor y el placer durante el orgasmo que realizan los “personajes”; la fotografía, medio del que se valen para excitarse y consumar el orgasmo acompañado de dolor-placer; los cuadros con mujeres desnudas y semidesnudas, son parte del erotismo, cumplen una función primordial en la realización del acto carnal. Y así, sucesivamente, vemos cómo los objetos en la obra de Elizondo sí poseen significación y de ninguna manera valen por su sola presencia, por estar allí, carentes de significado. En último término lo que los teóricos proponen es un mundo en presente, con objetos carentes de significación, con seres que charlotean, en un mundo de soledad e inexistencia.
Por otro lado, el lenguaje literario de la Nueva Novela, el lenguaje descriptivo de tales objetos será el adjetivo óptico, el que se limita a medir, a situar, a delimitar, a definir, indicando el nuevo arte novelesco. Y precisamente en lo anterior consiste el lenguaje de Farabeuf o la crónica de un instante:
Aquella tarde, por ejemplo, Farabeuf llegó frente a la casa. Su mirada recorrió en un instante la fachada. Al levantarla vista para ver nuevamente la placa de fierro esmaltada conel número tres, una gota de lluvia cayó en uno de los cristales de la ventana se turbó desvaneciéndose lentamente. Cruzó la calle en dirección de la verja. El maletín comenzaba a pesarle demasiado. Al transponer la puerta cerró el paraguas y comenzó la lenta ascensión de aquella escalera empinada, haciendo resonar sus pasos sobre los escalones desvencijados en los que las suelas de sus botines ortopédicos iban dejando una huella húmeda.
Otro de los aspectos importantes de la Nueva Novela y que se aplica en la obra de Salvador Elizondo es el hecho de que está escrita con las palabras, con las frases de todo el mundo, de todos los días. Las experiencias que en las novelas se presentan no son esquemas, sino que son experiencias vividas; los “personajes” carecen de nombres porque cuántas veces no hablamos horas con personajes sin darle importancia a su nombre. La cronología no forma parte de la nueva novela porque en ella se atiende al tiempo de la memoria (que nunca es cronológico) apareciendo por ello una novela con organización no lógica. Farabeuf o la crónica de un instante es un relato con experiencias vividas, con “personajes” que, aunque aparecen con nombres, carecen de importancia ante los desdoblamientos y las situaciones que en ellos se dan. Novela fragmentada en la que la cronología no existe porque su única preocupación es el tiempo humano, el tiempo de la memoria, puesto que los escritores de la nueva novela no meditan ni deliberan, sino que se dejan llevar por el impulso, y libremente captan lo que les acude a la imaginación. Por ello, los instantes en Farabeuf o la crónica de un instante aparecen según fluyen en la conciencia del escritor sin preocuparse por una organización lógica, de allí que se pase de un instante a otro indiferentemente.
Dos últimos aspectos en la nueva novela según Robbe-Grillet son Descripción y tiempo.
La descripción en el relato de hoy.- La función de las descripciones ha evolucionado: de ser simples definiciones preliminares han pasado a ser un mecanismo complejo. Al principio no dan una visión de conjunto, sino que van inventando a partir de un punto y de pronto se contradicen, se repiten, se reanudan, se bifurcan, pareciendo, en momentos, que algo va a precisarse; sin embargo, las líneas del dibujo se acumulan, se sobrecargan, se niegan, se desplazan, hasta tal punto que se pone en duda la imagen en que va construyéndose y cuando finaliza la descripción comprendemos que no ha dejado tras de sí nada en pie, que se ha realizado tras una serie de repeticiones, agrandamientos, que constituyen la estructura global de la obra. Farabeuf o la crónica de un instante está constituida de tal manera: por una serie de descripciones que se agrandan, se reducen, se repiten: el del suplicio del bóxer chino, el de la playa y el de la cita de Farabeuf en casa de la mujer, y aunque son tres instantes diferentes, los dos primeros tienen lugar en el tercero, por lo tanto, es sólo un instante. Sin embargo, éste y sus desdoblamientos se reiteran a lo largo de toda la obra, se agrandan, se reducen, se contradicen (aquí cabría el instante de la playa, puesto que primero se da como un instante, aunque imaginario desde el primer momento, se afirma que tuvo lugar en la playa, pero más tarde se niega totalmente; Farabeuf dice que no hubo tal lugar, que estaban en tierra adentro).
Así vemos cómo esta descripción que se venía repitiendo como un hecho real, en determinado momento se niega. Los diferentes instantes se repiten a lo largo de la novela como si Elizondo tratara de agotar todas sus posibilidades. A veces, unas cuantas frases son suficientes para dar una referencia; otras, las líneas se alargan y forman páginas enteras sobre un mismo instante en las que se complementa la visión de aquellos que llegan a ser fundamentales, como son la descripción minuciosa del suplicio chino para encontrar su identidad perdida. En estos dos podemos decir que se resumen gran parte de todas las descripciones. Es ante el afán de los “personajes” de reconstruir el pasado, por lo que las descripciones de los diferentes instantes se reiteran incansablemente, siempre con el deseo de evocar hasta agotar la última posibilidad para, finalmente, preparar a través de dichas reiteraciones la mente de la mujer que ha decidido ser supliciada.
El Tiempo.- Las actuales búsquedas parecen poner en escena, las más de las veces, estructuras mentales carentes de “tiempo”. En el relato moderno diríase que el tiempo se halla cortado de su temporalidad. Ya no corre. Ya no realiza nada. En él “el espacio destruye al tiempo, y el tiempo sabotea al espacio. La descripción se atasca, se contradice, se muerde la cola. El instante niega la continuidad. Si la temporalidad colma la espera la instantaneidad la decepciona: de la misma manera que la discontinuidad espacial se libera de la trampa de la anécdota”. Farabeuf o la crónica de un instante es una novela de instantes, en donde el instante rompe la temporalidad; instantes que irrumpen uno tras otro en el tiempo de la memoria. Novela en la que el instante se manifiesta en diversas formas pero atascándose, sin temporalidad: el instante de la playa, del suplicio chino y el de la reunión de la pareja en la casa abandonada, se repiten, sin continuidad. En donde parece sentirse un cierto correr del tiempo, a diferencia de todas las demás descripciones en las que se cae en lo mismo porque no hay continuidad y la descripción se atasca, es en el momento final del relato donde Farabeuf desdoblado prepara a la mujer detenidamente para su muerte, lo anterior comprende desde la página ciento sesenta y ocho 168 y hasta la página ciento setenta y ocho. Porque en la página ciento setenta y nueve, en el último párrafo, la descripción vuelve a atascarse con la repetición de los instantes. El tiempo es, por lo tanto, el del instante y no el de la continuidad temporal. Los instantes irrumpen siempre y a lo largo de la obra se reiteran sus descripciones.
Ahora, Farabeuf o la crónica de un instante novela existencial.
La obra de Elizondo es, ante todo, una novela de búsqueda existencial. La constante interrogativa “¿quién soy?” del personaje femenino la sitúa dentro de este orden. Sin embargo, esta búsqueda, particular de la mujer bien puede extenderse a la búsqueda existencial del hombre cuando Elizondo pluraliza:
Podrías ser, por ejemplo, los personajes de un relato literario del género fantástico que de pronto han cobrado vida autónoma. Podríamos, por otra parte, ser la conjunción de sueños que están siendo soñados por seres diversos en diferentes lugares del mundo. Somos el sueño de otro. ¿Por qué no? O una mentira. O somos la concreción, en términos humanos, de una partida de ajedrez cerrada en tablas.
Al leer estas líneas, sin duda recordamos a Jorge Luis Borges quien plantea el mismo problema existencial, sobre todo en su relato Las ruinas circulares.
Y decimos que Farabeuf o la crónica de un instante es, ante todo, una novela de búsqueda existencial porque en este punto se conjuga, en parte, la teoría de la nueva novela. El tiempo del instante, el tiempo de la memoria, un tiempo carente de cronología ante el afán de los personajes de reconstrucción el pasado para encontrar la identidad de la mujer, es un aspecto de la nueva novela que sirve para el fin de búsqueda existencial, así como el lenguaje descriptivo, minucioso, que detalla las mismas situaciones con el mismo fin de encontrar la identidad de la mujer. Todo por ello, gira alrededor de la búsqueda existencial.