Tierra Adentro

El oficio de escritor.
Entrevista a Juan Carlos Onetti

 

por Refugio Miramontes

 

—¿Ha participado en otro género, aparte de la novela y el cuento?

 

—Bueno, de vez en cuando he cometido el error de escribir poemas.

—¿Algún libro?

—¡Ah, no, no, no!, nada más para Fulana que la quiero, o…

—¿Y ensayo?

—Sí, he hecho varios y los sigo haciendo. En España, de vez en cuando me piden uno, de la revista Instituto, de los cuadernos Hispánicos. Hace poco, esa revista editó un número dedicado enteramente a mí.

—¿Número especial?

Tiene setecientas páginas. Creo que yo no terminé de leer todo. Empezaba con un poema mío, uno de esos poemas, mis errores, se llama «El pan nuestro».

—Ya que el señor Onetti, forma parte del boom, ¿cuál es la importancia de ese movimiento en la literatura universal y cuál es su influencia en las obras más recientes?

—Bueno, para mí, se ha hablado de que el boom ha sido una especie de organización editorial que inventaron, pero que en realidad yo no puedo creer que por más fuerza que tengan las editoriales, pongamos por ejemplo a García Márquez, con Cien años de soledad, se han vendido cientos de miles de ejemplares. Eso no era propaganda, ni difusión de las editoriales, sino ésa otra, que uno lo había leído, se lo recomendaba a su amigo y luego a otro; sí, esa es la pura verdad. Ahora que el boom obedeció, para mí a otras razones, es decir como señala la Física: La Naturaleza tiene horror al vacío: si había una decadencia novelística enorme en Europa, se necesitaba entonces una cosa nueva, distinta, para que hubiera lectores con interés; entonces aparecieron todas las gentes del boom, que estaban dando una cosa totalmente distinta a lo que ya se conocía: renovación de técnicas, renovaciones de lenguaje.

El astillero, ya no está escrito tradicionalmente, funcionan las partes como integrantes de un todo, pero también pueden funcionar por sí, cada una.

—Bueno, sí, sí.

—¿Cómo ve El astillero a distancia, cómo lo ve Larsen?

—A mí me ocurre una cosa muy peculiar, es que nunca he releído nada de lo que me han publicado. Ahora cuando tomo un libro, El astillero, lo abro, me ocurren dos cosas, una: que es la sensación de que yo pudiera haber hecho mejor ese capítulo si lo hubiese trabajado más, si le hubiese tenido paciencia, si lo hubiera rehecho, trabajo que no hago nunca. Y la otra: que a veces me gustan mucho, y digo: ¡Pobre Onetti, ya nunca vas a poder escribir tan bien!

—¿Cómo vería Larsen El astillero?

—En decadencia. Ahora lo vería totalmente en ruinas.

—¿Cuáles son las posibilidades de la narrativa latinoamericana actual?

—Las posibilidades para mí son infinitas, siempre que se tenga talento. Un tipo de talento, puede llegar a ser universal.

—¿Qué opina de la asimilación de palabras de otros idiomas?

—Bueno hay dos aspectos. Por ejemplo, un libro de Joyce está escrito en siete idiomas, usa una especie de esperanto estaba en el talento de Joyce, él era profesor de idiomas. Ahora lo que me desagrada profundamente, es la adopción, en todo no sólo en literatura, sino hasta en la vida común, por ejemplo de términos norteamericanos, horribles, totalmente innecesarios o por pereza mental: «voy a parquear un coche», está saliendo por la radio, la televisión… y a la gente se le graba.

—¿Cómo ve usted la calidad de los narradores mexicanos a través de los libros que está juzgando?

—Generalmente, lo que siento es una cosa, la temática se repite, los indios, las diversas tribus que fundaron México; hay mucha influencia de Carlos Fuentes, de aquel libro La región más transparente; los individuos que empiezan como indios, luego progresan, después viene el movimiento de otras tribus, entonces matan a todos y viene la nueva burguesía, la nueva oligarquía; ése es un asunto reiterativo en los temas.

—¿Alguna innovación, o revitalización del lenguaje por parte de ellos?

—No, no hay ninguna. Hay gente que escribe con muy buena intención, muy bien documentada, pero no sabe escribir; errores de sintaxis, errores de ortografía, el infierno está empavonado de eso.

—¿Qué opina de esos movimientos?, ¿estimulan a los jóvenes?

—Sí, yo creo que sí. Me acuerdo de haber coincidido con un maestro, estuvimos de acuerdo en eso, y eso que era profesor para enseñar a escribir. Entonces le dijo a mi intérprete: «Quod Natura non dat Salamanca non prestat», y el yanqui sí reconoció eso, absolutamente de acuerdo. Bueno allí les ponen un asesinato, simplemente de un recorte de un diario, que hagan una historia sobre eso. No creo que se aprenda literatura, que se puedan dar clases de creación. Claro que las otras clases de literatura son muy valiosas. El creador nace creador, dondequiera que esté, aunque no se publique lo que está escribiendo. Yo nunca he pensado en editar, escribo para mí.

—¿Actualmente sigue escribiendo?

—Sí, ahora estoy escribiendo una novela muy grande, se me ha interrumpido un poco, porque se me vino un cuento y tuve que escribirlo y ése había que escribirlo.

—¿Qué tiempo les va a llevar juzgar tanto libro?

—Tenemos que dar el fallo el día veinte. Para mí es un trabajo que me fatiga mucho; mentalmente, tengo que leer mucho; un libro tras otro, pero quiero cumplir, porque para algo me trajeron.

—Este tipo de cosa… deja gente desconectada, ¿verdad?

—Claro que sí. Además se da un solo premio. Y hay hablando de primer premio, más de una novela que se merece el primer premio pero hay que elegir una; eso es lo difícil.