Tierra Adentro

Nacida en Tepalkan, Calkiní en el estado de Campeche, Briceida Cuevas es una de las voces principales de la literatura maya contemporánea. Su poesía se ha escuchado en Holanda, Colombia, Estados Unidos y Rusia, y ha sido traducida a varios idiomas. Aquí nos habla de su vocación y su compromiso con la lengua y con su pueblo.

“Que no la vea el ojo travieso del pozo. / El que se posesiona de las primeras palabras de los niños. / Que no la vea. / Su habla aún no se acostumbra a los labios. / Él busca voz nueva para triturar su silencio.” Y no pudo el pozo quedarse con su palabra, esclavizar la niña de su voz en su oscuro y profundo semblante. El pozo del olvido. El pozo de miedo. El pozo del facilismo, del lugar común y los ripios. Por eso brillan sus versos como pedernales blancos partidos en la plenitud del medio día.

Leo sus versos una y otra vez, como quien lee los trazos precisos de las luciérnagas bajo la selva, y le recuerdo. Recuerdo sus manos rayando uno de mis primeros poemas en el año 2001 en un curso de literatura realizado en la Casa internacional de Escritor en Bacalar. Sus manos como enredaderas colmadas de un Mayab de alas doradas pusieron borrones rojos sobre mis vocablos que tropezaban.

Wildernain Villegas: A través de tus poemas respiro los aromas y escucho los sonidos de tu pueblo, del patio de la casa. Hay mucho de tu infancia en estos paisajes.

Briceida Cuevas: Cada vez que escribimos acuden a nosotros los elementos de nuestro entorno, así como los recuerdos que fortalecen nuestro imaginario. Me veo escribiendo desde la nostalgia de lo que fue, de lo que ha sido y de lo que es ahora el pueblo con algunos cambios. Mi infancia fue común, como la de los compañeritos de aquel entonces. Recuerdo mucho los juegos. No era “matar el tiempo”; era matar mariposas, atrapar mariposas en los días lluviosos de mayo y junio. Amarrar de la colita a las atrapadas vivas y hacerlas volar mientras corríamos tras ellas; los gatos y los pollos relamiéndose hocico y pico también corrían tras ellas. Tiempos bellos (no para las mariposas, seguro que no) en los que parecía que la mirada multiplicaba estos insectos de alas de colores hermosos. Ahora ellas no vienen muy a menudo. No les gustan las aceras de cemento.

Osábamos, asimismo, capturar a las abejas aprisionándolas en el hueco de nuestras manos, que juntábamos para luego acercar el zumbido a los oídos. A la hora del recreo en la primaria, éramos como ese enjambre de abejas con nuestro lenguaje mientras corríamos.

En cada estación del año teníamos nuestra forma de entretenernos. En las mañanas de septiembre y octubre nos ocupábamos de la elaboración de cajetes, portavelas y canastas de barro, utensilios a usar en noviembre, en el día de niños muertos, en el Janal Pixan. Por supuesto que la maestra (la abuela) quería compañía y por eso consentía que hiciéramos un desastre con su material de trabajo. A ella no le importaba que nuestras canastas parecieran pequeñas cubetas, siempre nos hacía sentir “grandes artesanos”. Era una comunión con los elementos de la comunidad, de la naturaleza.

De niña tuve como tarea, antes del juego, llenar dos tinajas con agua del pozo. Yo siempre le tuve respeto al pozo, no sólo por el peligro que representa su profundidad, sino por la fuerza de su energía. Cuando jugaba “pesca-pesca” con los hermanos y las vecinitas, era normal llevar a horcajadas a un lado del vientre (jetsmeek’) al hermano menor que cada uno tenía bajo su cuidado, procuraba no acercarme mucho al pozo para que no le robe la voz y los pasos primeros a mi hermanito.

WV: ¿Qué circunstancias propiciaron que te encontraras con tu destino de poeta?

BC: El gusto por la música. La música y ritmo que se metieron hasta mis oídos y mi ser. En la primaria me encantaba declamar. Me gustaba repetir y oír lo sonoro de los versos rimados dedicados a los héroes nacionales lo que nos enseñan a repetir en los salones de clases. En la secundaria, de todas las asignaturas me gustaba la literatura. Oía con mucha atención a mis profesores cuando nos leían la Ilíada de Homero, que en ese entonces no entendí muy bien. Fue tiempo después cuando volví a repasar fragmentos de este libro que supe que mi nombre es griego: Briceida, la esclava raptada durante la guerra de Troya. La marcha triunfal: “ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo reflejo…”, “Canción de otoño en primavera”, “Los motivos del lobo” de Rubén Darío; “Volverán las oscuras golondrinas” de Gustavo Adolfo Bécquer; “En Paz” de Amado Nervo, fueron algunas de las lecturas que oí, que hicieron me enamora de las letras.

Con el paso del tiempo, reflexioné sobre lo que implica ser escritora maya, y luego de conocer un poco más de la historia, cavilo seriamente en que los acontecimientos nos van aclarando el gran enigma a la pregunta: ¿a qué hemos venido a esta tierra? Pienso que no es casualidad la fecha de mi nacimiento; éstas son muy importantes en la cultura maya. De acuerdo a la fecha se sabía el oficio o arte al que se dedicará el nacido. Yo nací un 12 de julio. Desde que soy una escritora consciente de mi origen y de mi historia, cada vez que cumplo años me invade un sentimiento de rebeldía y de coraje por lo ocurrido en esa fecha de mi nacimiento, pero del año de 1562: la quema de los códices mayas en el atrio de Maní, Yucatán. Y me veo en esta tarea de escribir, para volver a registrar cuando menos parte de nuestra historia en libros.

WV: ¿Hubo alguien importante que contribuyó con tu formación como escritora?

BC: Sí, Waldemar Noh Tzec, profesor y poeta originario de Calkiní, Campeche. Con él tomé talleres en sesiones sabatinas durante tres años. Él, como hasta ahora, radica en el estado de Chiapas y en ese entonces tenía que viajar a la ciudad de Calkiní. Fue primordial este proceso. En las sesiones la creación era en lengua maya, esto me permitió la reflexión en torno a la necesidad de distinguir la estructura del maya de la estructura de la lengua castellana. Fue novedosa para mí la extracción y análisis de las metáforas en la expresión cotidiana para luego hacer una serie de ejercicios para aprender a romper el lugar común. En esos primeros tiempos, me di cuenta que escribir en mi idioma me hacía sentir yo misma.

WV: ¿Cuál de tus libros consideras que es fundamental en tu obra, aquel en el que sientas que hayas alcanzado la mayor profundidad expresiva?

BC: U yok’ol awat peek’ (El quejido del perro). Un libro de poemas que compara la vida del perro de otras razas extranjeras con la de la raza común (malix), como una alegoría a la situación en que se hallan aún en la actualidad las agrupaciones indígenas. Aunque creo que lo más significativo es lo que este volumen señala en relación con la condición humana entre los seres. Cuando leo los versos en voz alta siento que realmente digo lo que quiero porque hablo de ese desgaste de la humanidad, del ser que está acabando consigo mismo, de la maldad que busca enraizarse en nosotros.

WV: ¿Qué opinas del hecho que un autor o autora maya traduzca su propia obra, enriquece el proceso creativo, demerita el texto primigenio o lo enaltece?

BC: Esta situación es individual, pero entiendo la preocupación de cada cual por procurar más su obra en la lengua castellana porque en esa lengua puente se dará a conocer. Sin embargo, pienso que tiene mucho que ver el proceso de formación que tiene que darse en nosotros como escritores bilingües, es decir, tenemos que ejercitar nuestra escritura en las dos lenguas: la original y la castellana.

En lo particular y ante esta necesidad de versionar mis textos como escritora en lengua maya peninsular, por falta de especialistas (hace veinte años que escribo) me da mucha confianza el ser yo misma quien haga la versión al castellano, pues algunas veces el proceso de revisión del texto en español me permite modificar también la versión original. Normalmente las traducciones se dan entre lenguas que son distantes hablando geográfica y culturalmente; en mi caso, la lengua española convive conmigo. Como autora, en las dos versiones me preocupa la presentación en las dos lenguas, por tanto, me interesa mucho que en la lengua puente también esté bien hecha. Será interesante hacer este ejercicio con los escritores mayas que han surgido en los últimos tiempos. Respecto a la traducción en lenguas extranjeras, me satisface trabajar con la francesa Valentina Vapnarsky, investigadora en antropología, porque conoce la cultura y es hablante de la lengua maya.

WV: ¿Qué significa para ti ser escritora maya?

BC: Significa un compromiso muy serio. No solamente como la escritora que manifiesta a través de las letras lo que le es agradable, lo que no le parece, sino que a través del oficio contribuya a la revaloración de la cultura y, al mismo tiempo propicie la reactivación de la lengua en los jóvenes y niños mayas.

WV: ¿Consideras indispensable la tradición oral maya para tu producción literaria?

BC: Sí, es fundamental. Mi creación se sostiene de la memoria histórica. En ella se erige y desde ahí se conserva la forma de vida y de pensar o se rechaza y se hace una nueva propuesta de acuerdo los cambios, claro, sin lesionar la identidad que nos sustenta como mayas.

WV: Con tu obra se enfatiza la belleza de la lengua maya, me atrevo a decir que aparte de los Cantares de Dzitbalché y el lenguaje suyua, tu obra es la que nos muestra la altitud estética de nuestra lengua ¿Cómo has logrado esto?

BC: Tuve la fortuna de los talleres literarios, de compartir mis textos con otros compañeros. Me gusta mucho la poesía y por eso cada vez me entrego más al oficio, lo que implica la disciplina.

WV: ¿De qué forma contribuiste a la creación de Escritores en Lenguas Indígenas A.C.?

BC: Desde 1992 empecé a asistir a las reuniones a nivel peninsular motivada por Waldemar Noh Tzec. En esas reuniones tratábamos temas como la situación de la lengua, nuestra materia prima, la falta de espacios dónde se difundiera nuestro trabajo literario. Abordábamos como preocupación la falta de lectores. Las reuniones se hicieron a nivel local, estatal, regional y luego a nivel nacional. Llevábamos propuestas para responder a estas necesidades. Siempre nos íbamos de los encuentros cargados de compromisos de trabajo, para desarrollar en nuestro pueblo a favor del idioma y las literaturas en lenguas indígenas, volvíamos a nuestros lugares cargados también de nuevos ánimos para continuar en la labor.

WV: ¿Qué satisfacciones te ha dado la literatura?

BC: Saber que ahora se habla de ella en varias partes de México y del extranjero, de la existencia y continuidad de la tradición literaria en maya y que se considera una literatura que va de lo particular a lo universal. Pero lo más importante es el hecho de que ha crecido el número de escritores jóvenes que se interesan en escribir en sus propias lenguas y que están figurando de manera significativa.