Tierra Adentro
32 futuras geografías

Julieta-Flores-Jurado

Julieta Flores Jurado

Morelia, Michoacán
1991
Ensayista

Se tituló en Letras Inglesas con la tesis Un festín mediterráneo en tres tiempos: la escritura culinaria de Elizabeth David, Claudia Roden y Diana Henry. Ha colaborado con traducciones y ensayos sobre comida o artes en Cuadrivio, elgourmet y Periódico de Poesía.

El arte de la comida simple

El mundo de la gastronomía no es tan diferente del mundo de la moda. En la ciudad donde vivo escucho cada vez más sobre veganismo, dietas libresde trigo y lácteos o la muy desconcertante “alimentación paleolítica”. Para una cocinera como yo, apegarse al régimen alimenticio del momento suele parecer poco práctico. Mi cocina se basa en una mezcla de antojos repentinos y curiosidad por sabores nuevos, es decir, me interesa expandir una dieta (en el sentido de alimentación cotidiana) en lugar de limitarla. No estoy segura de querer vetar algún ingrediente de mi despensa, especialmente si se trata del café o el azúcar. Sin embargo, hay una suerte de tendencia gastronómica que he incorporado poco a poco a la comida que sirvo cada día: preparar recetas de cinco ingredientes o menos. Jules Clancy, la autora del blog Stonesoup, se refiere a esto como “cocina minimalista”. Algunos colaboradores de portales gastronómicos importantes, como Food52, han adoptado también la idea de no más de cinco ingredientes en sus publicaciones. La propuesta central es cocinar solamente con lo esencial, tanto en los ingredientes como en el equipo de cocina. La recompensa: un estómago lleno en menor tiempo y con menos dinero, y más tiempo para convivir con quienes compartieron la mesa.

Lograr un plato de buena comida a partir de sólo cinco ingredientes puede parecer un reto, pero he encontrado que algunas de las comidas que me hacen más feliz se ajustan naturalmente a esa regla: una ensalada Caprese, una tortilla española, una galleta de mantequilla o un tazón de arroz con leche, por ejemplo. La cerveza es el resultado de un proceso complejo de cocción y fermentación, pero se basa en cinco ingredientes o menos. Una gran pizza no necesita más de cinco componentes. Sin partir de una serie de prohibiciones, la idea de la cocina minimalista permite reunir a gastrónomos muy diversos en torno a un interés común: el arte de la comida simple.

¿Cómo se extiende el concepto de minimalismo a las herramientas de cocina? Para muchos cocineros estudiantes, el minimalismo ocurre sin darnos cuenta: llegamos a nuestro primer departamento con una sola cacerola, un plato, un vaso, un cuchillo, una cuchara y un tenedor. Tal vez esto sea un extremo. Una cocina, por pequeña e improvisada que sea, puede ser sumamente productiva con la elección de las herramientas adecuadas. Dos cacerolas y una sartén (mis favoritas son de hierro fundido) son suficientes para la mayoría de las recetas. Aunque los juegos de cuchillos son bonitos y relucientes, en realidad se está bastante bien con sólo tres cuchillos y una tabla de madera. El resto depende del gusto de quienes habitarán esa cocina: espátulas, recipientes para hornear, copas para vino, una ensaladera… A nosotros nos gusta el queso sobre casi todo, por lo que un rallador es indispensable. Nota importante: hacer pasta sin un colador no es una tarea agradable. Tal vez es una idea demasiado romántica, pero pienso que tener objetos bellos en la cocina es una razón más para comer en casa. Quizá no uso todas las cucharas de madera que he coleccionado, pero traen recuerdos de viajes y de los artesanos que las hicieron, y me gusta ver sus diferentes vetas y colores. El café y el té son un exceso, lo reconozco: desde aquí puedo contar siete teteras y cuatro máquinas para hacer café con diferentes métodos.

Probablemente mi repertorio de recetas no llegará a ser estrictamente minimalista (supongo que no podemos contar el mole como un solo ingrediente), pero creo que el mayor valor de esta tendencia es su énfasis en la posibilidad de cocinar en casa, incluso para alguien que tiene muy poco tiempo o conocimientos culinarios muy básicos.

Sí, preparar la comida propia es generalmente más sano, más barato y casi tan rápido como salir a comprar algo (Nigel Slater es otro gran defensor de la comida casera, su primer libro se titula Real Fast Food), y además es un paso hacia la sustentabilidad, un gran motivo para traer amigos a casa y una forma de conservar legados culturales.

Shortbreab

Galletas escocesas de mantequilla

Para 250 g de galletas:

100 g de mantequilla sin sal, a temperatura ambiente

50 g de azúcar

1 pizca de sal

125 g de harina tamizada

Saborizantes (opcionales): ½ cucharadita de extracto de vainilla, la ralladura de una naranja, una pizca de tomillo seco, 1 cucharada de lavanda culinaria o ½ cucharada de café molido fino.

Coloca la mantequilla en un tazón de vidrio o acero y bátela hasta que esté cremosa. Agrega el azúcar y la sal. A continuación, agrega la harina y las hierbas o especias elegidas, y mezcla lentamente hasta integrarlas por completo. La masa debe ser suave y plegable. Forma un cilindro de 4-5 cm de diámetro y refrigéralo durante una hora.

Precalienta el horno a 160 °C. Corta el cilindro en rodajas de 1 cm de grosor y colócalas directamente sobre una charola para hornear. Hornea las galletas durante aproximadamente 15 minutos, o hasta que tomen un color dorado pálido. Mientras se enfrían, prepara una taza de té.

 

Texto publicado en Cuadrivio el 28 de febrero del 2014.

Los años en los que comencé a apreciar verdaderamente mi comida y a querer fotografiarla y escribir sobre ella estuvieron marcados por el queso Cotija, los aguacates de Uruapan, los uchepos y corundas, el olor de los membrillos frescos y la nieve de Pátzcuaro. Cada vez que desatendí mis obligaciones académicas estaba cocinando o leyendo algo sobre comida. Cuando debía de estar leyendo a Dickens, descubrí los libros de Elizabeth David y Claudia Roden, y terminé haciendo una investigación sobre el camino que ha seguido la literatura gastronómica escrita por mujeres de gran apetito e inteligencia.

La literatura gastronómica es una forma tentativa de traducir food writing, un tipo de textos que se definen, naturalmente, por su tema central, pero también por su aproximación hedonista, casi erótica, a la comida. Esos textos íntimos y no ficcionales, que por muchos años no figuraban en los cursos de literatura —cartas, diarios, relatos de viaje o cuadernos de cocina—, han despertado el interés de críticos y editores. Pueden tomar la forma de un ensayo narrativo, una crónica, una autobiografía, un reportaje o un aforismo, el género favorito de Brillat-Savarin, el primer gastrónomo. La cocina es un arte: necesita de sus críticos y teóricos.

No tuve el privilegio de aprender a cocinar con una abuela sabia que preparara guisos prodigiosos sin usar jamás una receta, por lo que dependo mucho de las instrucciones de los libros. No sé si habría podido aprender a cocinar en una era pre-internet: leo decenas de blogs de cocina y logré hornear un pan hecho con levadura silvestre después de seguir una serie de tutoriales en línea.

Alguna vez pensé en estudiar cocina profesional, pero en realidad no quise ser chef, sino ensayista de comida. Todo empezó con un ensayo sobre té y jardines que escribí para una materia en la carrera, y tuve la suerte de que las revistas Cuadrivio y elgourmet se interesaran en mi trabajo. No conozco personalmente a alguien de mi edad que se interese también por el ensayo gastronómico. Entre los artistas de mi generación, podría mencionar al cineasta Mariano Rentería Garnica, quien también es de Michoacán, y la violista Catalina Ruelas Valdivia, solista en la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.

La literatura gastronómica está en un gran momento, pero creo que aún persiste un problema: ha sido difícil separar los libros de cocina del entorno doméstico y llevarlos al plano de la literatura, especialmente para las autoras. Afortunadamente, hoy hay muchas mujeres haciendo cosas increíbles por la cocina mexicana a nivel profesional —Diana Kennedy, Patricia Quintana, Mónica Patiño—, algo que sin duda merece celebrarse en un entorno en el que menos del diez por ciento de los mejores restaurantes del mundo son dirigidos por cocineras.