Hay algo que es pertinente aclarar: de los lugares donde produzco, nunca me había preguntado qué tanto influye el espacio que habito para crear. Pienso ahora en Pachuca y encuentro varias cosas que decir: la ciudad es árida, casi desértica en términos de actividad artística. Es asombroso saber que el que se dedica a esta práctica es muy valiente porque lleva en los pies más piedras que oportunidades. No me siento muy apegado a las formas de identidad que se conciben como parte del hidalguense (los pastes, los tuzos, el reloj monumental), no encuentro un contorno concreto que identifique y asimile culturalmente a mi ciudad. Al contrario, pese a estar tan cerca del Distrito Federal, lo que sucede en cuanto a producción artística es más bien etéreo. A pesar de las dificultades que existen en el ambiente cultural de la ciudad, hay un gran talento que se tiene que potenciar para lograr una proyección significativa.
La obra nunca podrá estar separada, en ningún sentido, del ser del artista. El trabajo siempre está relacionado a nuestras experiencias, ideas, memorias, intereses o gustos, aunque la obra habla por sí misma. En mi trabajo procuro ser sincero, me enfoco en temas simples porque creo que mis preocupaciones en la materia son básicamente la forma y la percepción en el estado más puro. Creando imágenes a partir de temas o motivos cotidianos es la forma en que me relaciono con la vida. Ya el arte complica las cosas; intento, de mi parte, no hacerlo tanto. Me veo como un plano compuesto de líneas enmarcando un espacio definido, un plano geométrico. Ese soy yo.
He tenido conflictos para encontrar espacios de exposición que se ajusten a las necesidades y requerimientos técnicos de las piezas que planeaba exponer, principalmente porque eran demasiado exigentes y ambiciosos. Los lugares que sí cumplían eran casi inaccesibles debido a que mi carrera es corta y no cubro el perfil para ellos. Es la complicación más grande, y he tenido que adaptar mi proyecto a otros métodos de montaje. Creo que este ejemplo es común para muchos de los artistas emergentes del país, el sistema con el que se rigen los espacios culturales muchas veces cierra sus puertas a grandes propuestas y a talentosos artistas jóvenes.
Merece mención la joven flautista hidalguense Aída Padilla Nateras, a quien no dudo en recomendar. Aída, otros compañeros jóvenes y yo podemos conocer el trabajo de otros artistas del mundo. México se encuentra en ventaja en este sentido. Pero ese vidente que la industria artística del país está concentrada en puntos específicos, cosa que parece natural pero a fin de cuentas es un problema gregario que impide tener el estado sano y fuerte en su estructura.
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