«Sus canciones se basan mucho en la política y en la violencia de los últimos años en el país, pero se expresan de una manera diferente. Ellos no le mientan la madre a los burócratas, ni se preguntan dónde está la paz; simplemente te dicen lo que pasa de una manera directa y eso los caracteriza». Jorge Morales, nomute.
Los ritmos tropicales tienen el estigma de ser alegres como la playa, como el carnaval. Por eso, conseguir que cierta ironía dark se filtre en el ADN del género es uno de los logros de este trío tropi-nostálgico (aunque ellos se definen como «ruidosón»), que lo mismo samplea voces presidenciales como sonidos de moscas e insectos sobre bases deconstructivistas que, de pronto, se convierten en sonidos de cumbia oscura y tribal (como su canción «El fin»). Originarios de una de las ciudades más violentas del país, la agrupación fluye, corta, pega, matiza, utiliza simbología sagrada (sangre, banderas, cruces, imágenes religiosas) y propone, más que apologizar, un encuentro entre la cultura de la frontera y la vanguardia electro-industrial-minimal con tono de humor negro. A diferencia de Nortec, Los Macuanos no buscan una catarsis a través del baile; su concepto de música folclórica tiende más al trance, a la reapropiación sincera de sonidos lejos del pastiche kitsch y sin ínfulas nacionalistas ni de rescate cultural, sino por la simple aceptación de su naturaleza y de las influencias que los han llevado a hacer una música nada conformista. Laptops y güiros conviven con letras en español acompañadas de sonidos que están en el subconsciente de cualquier mexicano ubicado en el norte o en el sur. El grupo, al que en su visita a Suecia llamaron los «Kraftwerk aztecas», se encuentra recluido preparando nuevas canciones entre Tijuana, la Ciudad de México y San Diego.