ojos claros, cabello rizoso y oscuramente rubio, fina tez con saludables colores de altiplanicie, algo nórdico en el ensueño de la mirada y otro poco de mediterráneo en la pasión de la palabra y la estampa apolínea, llovido de cielo y mexicano de la tierra, prodigioso injerto de lo mejor de fuera y lo mejor de dentro, arquetipo de la élite joven de entonces y de la madura de nuestros días.