Tierra Adentro

Revista Tierra Adentro núm. 94

Alberto Isaac (1925-1998)
Octubre-noviembre de 1998
80 pp.
 

“A estas alturas de mi vida, he renunciado a la idea de ser un maestro del cine; soy sólo su esclavo.”

Tal escribió Alberto Isaac (1925-1998) en una de las últimas anotaciones de su cuaderno de apuntes, en la misma página donde, con afán autobiográfico, añadió lo siguiente: “Vivo en Comala, pueblo de Colima cuyo nombre ha dado la vuelta al mundo. Comala es una comunidad tan famosa como Macondo, Yoknapatawpha o Santa María… La Comala de veras – ¡gracias a dios! – no se parece en nada a la Comala de Juan Rulfo… No es un pueblo fantasma. Al contrario, es un lugar risueño de calles de piedra de río, tejados rojos, muros blancos y muchas huertas”.

Con esa certeza y en ese ambiente pasó los últimos años de su vida cineasta, caricaturista, pintor ceramista que, en su juventud, fue también nadador y crítico cinematográfico, y que en cada una de las disciplinas que practicó, entregó una contribución apasionada, inteligente, original y significativa, pero que sobre todo destacó como realizador cinematográfico, ámbito en el cual dirigió las películas En este pueblo no hay ladrones (1964), Las visitaciones del diablo (1967), Los días del amor (1971), El rincón de las vírgenes (1972), Tívoli (1974), Cuartelazo (1976), Las noches de Paloma (1977), Tiempo de lobos (1981), Mariana, Mariana (1987), Maten a Chinto (1989) y Mujeres insumisas (1995), además de algunos documentales.

Hombre culto, inteligente, de trato sencillo y excelente humor, Isaac nació el 18 de marzo de 1925 en la ciudad de México y desde la infancia vivió en Colima; falleció el 9 de enero de 1998, próximo a cumplir 73 años, cuando se disponía a dirigir dos películas más: Señas de identidad y Vicente y Ramona (La historia del indio Alonso), basadas, respectivamente, en obras de José Emilio Pacheco y Emilio Carbadillo.

Si como artista nos entregó eso que Carlos Monsiváis denomina sus variados talentos, y en particular una nueva y diferente visión del interior del país a través del cine (tuvo la capacidad de desmitificar la provincia, a decir de su hijo Claudio Isaac, también cineasta), como ser humano, Alberto Isaac dejó una estela de amistad, respeto y admiración a su paso. De todo esto queda constancia en los ensayos y en los testimonios que Tierra Adentro entrega al lector, al rendir homenaje a este sobresaliente artista colimense.

Agradecemos, profundamente, en la realización de este número, las facilidades y el apoyo brindados por Julieta Sanjuan y Claudio Isaac, deudos del artista, y por la Secretaría de Cultura de Colima y la Cineteca Nacional.